Nuestra primera relación con nuestros padres o cuidadores sienta las bases para todas las conexiones futuras. Como nos recuerda la psicóloga Andrea Cardemil, la calidad de estos vínculos tempranos influye significativamente en nuestra capacidad para formar relaciones saludables más adelante en la vida. El amor, la seguridad y el apoyo que recibimos durante nuestros años de formación dan forma a nuestra comprensión de la confianza, la intimidad y el bienestar emocional.
Daniel J. Siegel, un destacado experto en el campo de la neurobiología interpersonal, arroja luz sobre cómo las experiencias de la infancia afectan el cableado de nuestros cerebros. Los entornos enriquecedores o estresantes que encontramos en la vida temprana dan forma al desarrollo de regiones cerebrales clave responsables de la regulación emocional, el apego y la cognición social. Nuestra infancia sienta las bases de cómo percibimos, procesamos y respondemos a las emociones en nuestras relaciones adultas.
El doctor en psicología, Felipe Lecannelier, destaca la importancia del apego seguro, vínculo formado en la primera infancia, como factor crucial para establecer relaciones saludables. Las personas con apego seguro tienden a tener una mejor autoestima, confianza e intimidad en sus conexiones adultas. Comprender nuestros propios patrones de apego puede ayudarnos a superar los desafíos, sanar heridas pasadas y fomentar relaciones más sanas.
El impacto de la infancia en nuestras relaciones como adultos es profundo. Al reconocer y comprender la influencia de nuestras primeras experiencias, podemos embarcarnos en un viaje de autodescubrimiento, sanación y crecimiento.
Te invitamos a conocer nuestro Diplomado Sanando Mi Infancia, una puerta de entrada a la sanación de la propia infancia, para construir vidas amorosas, saludables, libres de condicionamientos limitantes.
Más información: https://sabiainfancia.com/diplomado-sabia-infancia/